Muere Dolores O’Riordan, cantante de The Cranberries, a los 46 años

A principios de los noventa, antes de que Oasis y Blur empezaran a lanzarse a la cara sus «Definitely Maybe» y sus «Parklife» y la fragilidad emocional de Kurt Cobain se convirtiese en asunto de estado, la voz de Dolores O’Riordan (Limerick, 1971) ya había encontrado una rendija lo suficientemente ancha como para colocar a The Cranberries en la cima de las listas de ventas y, a la espera de la irrupción del britpop, desviar todas las miradas hacia la ciudad irlandesa Limerick.

Corría el año 1993, sonaban «Dreams» y «Linger» y la garganta de O’Riordan transformaba unas canciones que se reflejaban en el melodrama de The Smiths en sinuosas carreteras repletas de curvas y requiebros. Sólo un año después llegó «Zombie», oscuro memorial a las víctimas de un atentado del IRA, y ya nadie pudo sacarse a Dolores de la cabeza: su voz, ese picahielos suavemente acolchado, acampó a placer en emisoras de radio y cadenas de televisión y ya no hubo forma de desalojarla.

Ahí estaba, con sus turbulencias y sus gorgoritos, una voz que había encontrado la manera de conectar el imaginario del rock alternativo y la efectividad de la radiofórmula; una voz aguda y espinosa que ayer enmudeció para siempre: la cantante, de 46 años, falleció de forma súbita en un hotel de Londres, donde se encontraba efectuando «una breve sesión de grabación», según anunció su agente.

La nota tan solo explica que O’Riordan, madre de tres hijos, ha muerto «súbitamente». En su último mensaje en Twitter, publicado el 4 de enero, la cantante de The Cranberries se despedía de su gato Gio con una fotografía en la que ella misma aparecía con su mascota en brazos. Desde entonces, la artista, que padecía un trastorno bipolar, no se había manifestado en las redes sociales

 

 

A pesar de que aún no han trascendido las causas de la muerte, la salud de la cantante ya obligó a The Cranberries a suspender el pasado verano parte de la gira de presentación de «Something Else», su último trabajo y el segundo que grababan tras casi una década en barbecho. Diez años que O’Riordan aprovechó para dos lanzar discos en solitario, juntarse con el bajista de The Smiths, Andy Rourke, en el proyecto D.A.R.K, colaborar en películas como «Evilenko» y «Click» y, sobre todo, ajustar cuentas con su pasado.

Y es que, más allá del éxito masivo de los noventa y de los millones de copias que vendieron «Everybody Else Is Doing It, So Why Can’t We?’» y «No Need To Argue», los dos primeros álbumes de The Cranberries, O’Riordan siempre tuvo en su infancia una mochila demasiado pesada. Así lo aseguró la propia cantante cuando desveló a un diario británico que había sido víctima de abusos por parte de un vecino de la urbanización en la que vivía su familia entre los 8 y los 12 años, lo que habría originado toda una serie de transtornos psicológicos que la habrían llevado a sufrir depresión y anorexia nerviosa durante varios años de su vida.

Tampoco su relación con el resto de miembros de la banda fue especialmente plácida y en 2012, después de que la banda se reuniese para volver al estudio y grabar «Roses», demandó a Noel Hogan, guitarrista y coautor de la mayoría de canciones, para, acto seguido, olvidarse de la disputa y regresar a los escenarios en 2016.

Ese mismo año, además de revivir algunos de sus grandes éxitos en el Festival Jardines de Pedralbes de Barcelona, la cantante fue condenada a pagar una multa de 6.000 dólares por agredir a un policía tras ser detenida por alterar el orden en un avión y agredir a una azafata. En aquel momento trascendió que, si todo había quedado en una multa, era porque la cantante sufría un transtorno bipolar.

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